martes, 8 de septiembre de 2009

DE RENUNCIAS Y EXCESOS

Se desprestigia al sistema y no se juzgan las conductas

No sólo el periodismo de la provincia de San Luis tuvo como tema excluyente el incidente de los Hijos del Vice Gobernador y su detonante en la renuncia de un Ministro. Es vox populi en la ciudad capital que la renuncia de Daniel Poder al cargo de ministro de Seguridad se vincula con los hechos últimos que protagonizó Jorge Pellegrini, a quien endilgan el obstaculizar un procedimiento policial. La situación promocionada apunta a transformarse en un escándalo que sobrepase las fronteras provinciales debido a la investidura de Jorge Pellegrini. Cuando al ex ministro de Seguridad, Daniel Poder, le comunicaban que el gobernador le aceptaba la renuncia se quedó en silencio y en vano buscó respuestas. La versión oficial indicó que el alejamiento se debía a la actuación que tuvo en los incendios que devastaron San Luis. Pero los medios y la gente de la capital, ya hablaban de un hecho que sería el desencadenante de la dimisión. Se trató del escándalo que protagonizaron los hijos del Vicegobernador y el propio funcionario en la comisaría 2° de San Luis. Se le suma a este maremoto institucional, la ocasional presencia en el lugar del incidente de una periodista que vio todo y que contó a los medios como llegó el hijo del Vice Gobernador, luego la hija del Vice Gobernador con un comisario que hizo que le quiten las esposas al hijo y finalmente llega Pellegrini y pregunta "quién es el guapo que le pegó a mi hijo?". La única impresión que queda de este desaguisado es que desde un simple accidente de tránsito se discute la investidura del Vice Gobernador como figura institucional. Se renuncia un Ministro que entiende en el área de seguridad, se monta la oposición en el caballito de la crítica fácil, pretendiendo aprovecharse de la situación, se hacen conjeturas sobre la policía, sobre los abusos de autoridad, la impunidad del poder político y otras cosas anexas. Parece que 27 años de democracia sólo nos han servido para demoler las instituciones que la sostienen y no para juzgar conductas, que son, en definitiva, la única realidad sobre la que se pueden conjeturar acciones de cambio.